Este post deberías leerlo antes que el nombre del moreno de Indiana te de alergia gracias a la consabida repercusión mediática de su partida.
Mi madre me cuenta que de niño y en la inconsciencia de mis pocos años, Silvana di Lorenzo y Matia Bazar eran los artistas que entre pelotazos, soldaditos y dibujos animados le ponían sonido a mi vida. Esto cambió radicalmente un día en que mi generoso padre abrió su billetera para empezar a darme una especie de propina/salario mensual en retribución al solo hecho de ser su última creación para este mundo. Entusiasmados ambos, mi padre por ver en que iba a invertir el dinero y yo seguro de tener por primera vez algo totalmente mío enrumbamos hacia un centro comercial y casi sin decir nada entramos a una tienda de discos. Ahí fascinados padre e hijo veíamos paredes cubiertas de elepés, vitrinas exponiendo portables casetes, posters anunciando recientes lanzamientos, en fin, era un estado de gloria, el tipico preámbulo antes que se desate por completo la pasión de los melómanos. Mi padre me consultó que iba a llevar y yo sin titubear escogí el primer 45rpm de mi vida el Another Brick On The Wall de Pink Floyd (ya desde ahí puedo rastrear mi fobia a las instituciones educativas) y luego pedí ingresar a la cabina para poder escuchar el Off The Wall de Michael Jackson. Así como mucha gente dice que luego de oír el Nevermind the Bollocks de los Sex Pistols su vida dio un giro de tuerca, a mi Jacko y este disco ejemplar me hizo coger la barca y navegar por el resto de mis días sobre un mar repleto de sonidos.
Post Scriptum :
Ese vinilo con la caratula en donde Jackson nuestra sin tapujos su cara sonriente es ahora muy difícil de conseguir ya que posteriores ediciones vetaron por siempre ese feliz rostro. Mi último recuerdo sobre el destino del acetato aún lo tengo en duda no sé si quedo reposando encima de un inmenso closet o si fue parte de una numerosa donación a un viejo amigo que compartía la noble afición a la música.
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