Morirse de miedo; eso fue lo que casi me pasó a los 10 años cuando gracias a la prensa amarilla descubrí las primeras imágenes de Joseph Merrick. Estábamos invadidos por toda una avalancha publicitaria del film El Hombre Elefante del extraordinario director David Lynch. Hubieron de pasar casi 8 años para que se presentara la oportunidad de ver la película. Esa noche solo en mi casa frente a la pantalla de mi televisor y con un paquete de cigarrillos empecé a temblar como nunca lo hice en mi vida, estaba exorcizando esas pesadillas que me invadían de cuando en cuando. Al terminar el suplicio audiovisual me quedé sin pegar los ojos toda la noche, no exagero. Luego apareció el morbo por saber más de Joseph Merrick, leí algunas reseñas evitando la visión de fotografías, descubrí la cantidad de gente interesada en ese ser deforme. José Tola el pintor tenía como “adorno” en la puerta de su dormitorio un poster gigante del cuerpo entero del fenómeno, Michael Jackson sentía un aprecio inmenso por la sensibilidad espiritual de Joseph, es decir estaba enfrentado a todo un icono de la era vitoriana. Joseph Merrick nació en Londres en 1860, él mismo cuenta en algunas cartas que al nacer fue un bebe normal pero a partir de los 5 años empezó a mutar, excrecencias dérmicas empezaron a desarrollarse por todo su cuerpo, aun no se sabe si de niño fue operado en reiteradas ocasiones para eliminar las mismas pero su enfermedad fue mucho más poderosa. Increíblemente asistió a la escuela hasta los doce años, tuvo que dejar su educación ya que su madre falleció por esa época y su padre se casó nuevamente. La madrastra aterrada por su nuevo hijo político le hizo la vida imposible por lo que Joseph fugó de su casa. Su tío le dio posada por algunos años e incluso le consiguió trabajo en una fábrica de cigarros y luego fue vendedor callejero, claro que ninguno de esos empleos le daba para vivir, la gente sólo se acercaba a él para contemplarlo o espantarse. Joseph consciente de su suerte decide dedicarse al circo, más exactamente a ser monstruo de feria, y lo hizo con mucho gusto; es extraño pero en algunos escritos menciona que fue su época más feliz. La vida hizo que en cumplimiento de su empleo acabara exhibiéndose justo frente al Hospital de Londres, es entonces que decenas de estudiantes de medicina, enfermeros y otros se enteraran del extraño caso que se presentaba justo en la acera del frente; movido por las especulaciones un eminente cirujano llamado Frederick Treves habló con el dueño de la feria quien cobró un chelín a cambio de una exhibición exclusiva para el doctor. Treves no pudo creer lo que ante sus ojos aparecía, en sus memorias escribe lo siguiente “el espécimen más desagradable de la humanidad entera”, “Nunca antes me había topado con una versión tan sumamente degradada de un ser humano como la que presentaba esta figura desamparada”, esto viniendo de un médico cirujano acostumbrado a ver lo más inverosímil de la naturaleza da pista clara del grado de monstruosidad de Joseph a quien el doctor llamo John equivocadamente toda su vida, de seguro porque la contrahechura de la boca de Merrick le impedía articular claramente las palabras. El doctor llevó a Joseph al hospital le dio una habitación y estudió clínicamente el caso tratando de dar una explicación científica. Ingenuamente para Joseph la explicación era que su madre durante el embarazo sufrió el ataque casual de un elefante durante un desfile circense por las calles londinenses, la impresión fue tan fuerte que dio por resultado lo que todos podían ver. Terminados los exámenes, juntas de médicos, análisis varios, el hombre elefante decide continuar su periplo en diversas ferias ahora por toda Europa, pero la mala suerte lo acompaña. En Bélgica prohíben su exhibición por considerarla atroz. Joseph decide regresar por cuenta propia a Londres y es en la estación del tren de Liverpool que sufre un colapso nervioso luego de ser perseguido por una turba de gente que le gritaba ¡monstruo! ¡monstruo!, la policía interviene y él muestra una tarjeta personal que el doctor Treves le había entregado durante su estadía en el hospital. El doctor Treves lo recibió nuevamente, le consiguió una casa y pidió donaciones para mantener decentemente al paciente. Merrick pudo disfrutar de un verano en el campo junto a un guardabosque que no le hacía ascos. Empezó a leer muchísimo, hizo manualidades de bastante finura, y lo más notable para él fue la interacción que a partir de entonces tuvo con la gente “normal” sobre todo de mujeres por las que Joseph sentía inflamado interés. Dicen que hasta la nobleza victoriana se interesó en él, entre ellas la Princesa de Gales de esa epoca quien lo hizo repetidamente tomandolo de la mano y charlando por horas. Una de esos días en 1890 Joseph Merrick fue encontrado muerto en su cama desnucado debido al inmenso peso que su descomunal cabeza ejercía sobre su cuello. Nunca se pudo determinar cuál fue el mal que lo aquejó, hay diversas teorías pero la más cercana es que sufría de neurofibramatosis junto a un mal llamado de Proteo. Sin lugar a dudas fue un notable personaje de su tiempo, lástima que la razón sea la excepcional crueldad con que la naturaleza lo castigó, creo que si lo viera hoy ya no moririra de miedo sino que moriria de pena.
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