Monday, October 13, 2008

De como conocí a Sade y a Nietzsche




El colegio para mí fue una experiencia bastante desagradable, seguro que tiene ver con que siempre me interesaron las cosas inútiles socialmente, además de mi desprecio por el éxito que reposa en las concesiones hacia el rebaño. Toda esta vocación de perdedor nació de ahí, de mi Alma Mater; pero también mi educación obligatoria me dio unos pocos amigos y algún conocido. De ellos hay dos en particular que me enseñaron caminos en lo que a literatura se refiere.


El primero de ellos es el amigo.


El muchacho buena gente, bien aplicado y que tenía ese talento que tanto envidio de adaptarse a casi todos los entornos. Visto sin desconfianza por los “outsiders” y queridísimo por la gente más popular de la escuela. Como muchos de mis recuerdos, el cómo nos conocimos o entablamos conversación no lo tengo claro, solo sé que un buen día me entregó un ejemplar de La Filosofía en el Tocador del Marqués de Sade. Era una edición baratísima, siempre me quedó la duda si ese libro era parte de las ediciones que el notable pintor José Tola había publicado ilegalmente en los 70’s.
El libro como era de preverse alteró mis hormonas rápidamente, se volvió un clásico sobre mi mesa de noche. Empecé a conseguir más y más libros del divino Marques, uno a uno fueron devorados con gran avidez, enriqueciendo de imágenes eróticas mis fantasías, me convertí en un masturbador compulsivo, un exclusivo lector de libros que se sostienen con una mano. Pero todo tiene su límite y poco a poco el efecto de la líneas sádicas perdieron su carácter primariamente estimulante, es decir, descubrí lo que en entrelineas revelaba toda la obra de Sade, lo que algunos llaman el meta texto. Las escenas de cada libro eran solo la justificación para enseñarnos la terrible teoría del hombre entregado a su naturaleza básica, sin más valores que su propio placer y felicidad. La figura cristiana del “semejante” desaparece por completo, y lo que más perturba es que esa búsqueda de la felicidad justifica hasta la propia inmolación; recuérdese el final de la monumental Juliette. Toda la obra de Sade nos convertía en dioses prestos a destruir nuestro logos exentos de culpa, más bien llenos de éxtasis de develar todo lo que cientos de años de filosofía jamás quiso decir.
Volviendo a mi amigo este se dedicó a estudiar Historia del arte en la Universidad San Marcos. Pasaron algunos calendarios reuniéndonos los fines de semana con él y otros amigos para chelear y hablar de lo temas más variados con toda la autoridad y genialidad que nos daba nuestros pocos años. Sorprendentemente para mí un día nos contó que la Universidad De Piura regentada por el Opus Dei lo había aceptado. Luego gracias a sus meritos fue enviado nada menos que a la conservadora Universidad de Santiago de Compostela. Ahora recuerdo que siempre que le preguntaba si era parte del Opus me decía que no. Ahora mi buen amigo esta desaparecido por la distancia y el olvido mutuo. Lo que no me cabría en la cabeza es que el día en que pueda volver a estrechar esas manos que me entregaron el primer libro del pornógrafo mayor y decidamos tomar un café o una cerveza me vea obligado a hablar de su vida ordinaria de filiación divina o de la santificación de su trabajo, nada seria mas obsceno.



El segundo de ellos es el conocido.



El púber vapuleado de su clase por ser negro, por ser débil , por no ser gracioso y por dárselas de pequeño sabio en medio de la mediocridad de sus compañeros.
En un "recreo' de los cuales prefería no disfrutar vi a ese morenito poco sociable con un libro en la mano y como ustedes saben el principio darwiniano de “las especies se buscan“se cumplió. El pequeño libro era El Anticristo de Friedrich Nietzsche. Sorprendido por mi acercamiento el desconocido compañero de clase tuvo la gentileza de explicarme sobre la idea de Nietzsche sobre el cristianismo, la muerte de Dios y el forjamiento de nuevos valores que se aparten de los judeo cristianos que tanto daño han hecho a nuestra especie. Boquiabierto recuerdo que le di la mano y le pedí que me prestara el libro, su respuesta fue un tajante NO. Su pequeña perorata de no más de 10 minutos sobre Nietzsche me marcó tanto que una tarde previa a un concierto subterráneo en el cercado de Lima fui a la librería El Virrey y compré de seguro uno de los tres libros más importantes en mi vida el Así habló Zaratustra.
El libro está bellamente escrito, la traducción de Andrés Sánchez Pascual es a mi parecer la definitiva. Solo el inicio de la obra te pone unas imágenes tan fuertes como la de la muerte del volatinero y a Zaratustra llevando su cadáver a cuestas para luego enterrarlo con sus propias manos. El discurso del Árbol de la Montaña que Zaratustra dirige a un jovenzuelo con tanta inseguridad como yo en esa época y que aún ejerzo es brillante como el oro y el solo recordarlo me emociona y me conmueve.
Hoy Friedrich Nietzsche es mi escritor favorito, he tratado de profundizar algo en su pensamiento durante toda mi vida y a pesar que muchas veces resulta algo críptico me ha dado la sensación más grande de vitalidad intelectual que he leído.
Sobre el conocido, seguí compartiendo con él la afición por Nietzsche. El luego me prestó el Ecce Homo y solo me mostró con recelo su joya más preciada la biografía que hizo de él Curt Paul Janz y los cuatro voluminosos tomos de las obras completas de Friedrich Nietzsche.
Al acabar el colegio pude aun ver a mis amigos, pero a él conocido nunca más. En los 75 años de la Universidad Católica hubo un concurso de diseño del afiche conmemorativo y resulta que el segundo puesto lo ocupó el moreno. Nadie más se acordó de él, no hubo feliz reencuentro, ni siquiera el menor esfuerzo por ubicarlo y felicitarlo, nada. Marcando distancias mi conocido fue víctima de esa indiferencia y malentendidos de los que Nietzsche supo mucho más que cualquiera de nosotros.

No comments: